miércoles, 11 de agosto de 2010

Cultura ciudadana… ¿qué cosa es eso?,

Cultura ciudadana… ¿qué cosa es eso? Seguramente es la pregunta que te haría cualquier adolecente después de preguntarle ¿vos cómo estás en cultura ciudadana? Y es que en este joven siglo la combinación de esas dos palabras, y más en la ciudad de Cali, no existe. Nombres como calicalabozo o calicalentura y muchos más que dicen sus propios habitantes en este tiempo, son solo el reflejo de una realidad que viene cambiando, después de que nuestra ciudad fuese llamada sucursal del cielo en 1970. Pasar de ciudad ejemplo de Colombia para luego transformarse en una de las 10 más peligrosas del mundo en 30 años ya es mucho que decir. Y tal vez si usted, querido lector, se preguntara ¿por qué mezcla cultura ciudadana con la vida violenta de nuestra ciudad? Yo le respondería, sencillamente, que el factor que tienen en común, y que las mueve, es que sus habitantes se han dejado contagiar por el virus del meimportaunculismo. En casos como los siguientes es donde se muestra las consecuencias de haberse dejado contagiar:

Caso1: Vas en un bus y a la señora que va en el asiento de adelante la está irrespetando un desconocido, haciendo gestos sexuales. Tú presencias este acto de violencia y lo que dirás para ti mismo es: “Las mujeres siempre dan papaya, además ¿Porqué la voy a defender si ella no es nada mío?” En ese mismo instante está actuando ese molesto virus.

Caso 2: Vas en un bus y se sube una mujer con un bebé cargado y unas bolsas en la otra mano y no hay puesto para ella. Tú dirás en tu interior “No es mi mamá ni mi hermana así que ¿porqué resignaré mi comodidad por alguien que no conozco?”… De nuevo el virus hizo de las suyas.

Sencillamente diré que el individualismo en el cual se ha sumergido nuestra sociedad caleña es lo que nos tiene andando como el cangrejo: para atrás, y es que cambiarle la cara a Cali con un sistema de transporte masivo no es la solución porque ¿de qué vale que una ciudad cambie su fachada si su interior, el interior de sus ciudadanos, sigue lejos de lo que es la verdadera cultura ciudadana? ¿De qué sirve tener calles de oro, autopistas de mármol y 70 centros comerciales, si cuando nos comamos alguna golosina no buscaremos el tarro de basura más cercano si no que, sin miseria, la arrojaremos a nuestras bellas calles? Quizás irás en tu carro por tan lujosas autopistas y un semáforo cambia frente a tus ojos a rojo y no lo respetas ¿De qué vale el lujo y tu súper moderna metrópolis, si por tu falta de cultura pondrás en riesgo no sólo tu vida, si no la de quien amas y aún de quien no conoces, ni tiene la culpa de tu “afán”?

Para mí todo radica en la cuna de la sociedad, donde se forman nuestras virtudes y nuestros defectos: la familia. Cuando en la casa a un niño se le dice “tírelo por la ventana, eso no pasa nada”, “o vaya péguele duro al que sin culpa le chocó y le hizo derramar su jugo en el colegio”. Es allí donde se está formando el ciudadano que deja escombros de la construcción de su hogar en vías públicas, o el que casi se estrella con alguien por error y saca una herramienta de su auto para pegarle “por altanero porque casi me daña mi nueva adquisición” etc. Cuando en casa la cultura ciudadana es una palabra bonita de la que, sencillamente, no sabemos el significado, un futuro se reflejará en la vida de cada ciudadano que no fue educado bajo los parámetros de lo que significa ser un buen ciudadano y simplemente echará la culpa a sus gobernadores o a los demás por la decadencia de su barrio, comuna o, en general, de su ciudad, sin entender que si el individuo no cambia, la sociedad no lo hará.

Una ciudad puede tener un excelente gobernante que invierta en infraestructuras, en parques recreacionales, etc. Pero si no se encarga de educar a la comunidad para que las nuevas adquisiciones sean tomadas como propias y se mantengan en buen estado, no estaría haciendo nada.

Así concluiré diciendo que para fomentar la cultura ciudadana es necesario que tomemos propiedad de todo lo que hay a nuestro alrededor, que nos sintamos tan dueños de nuestra ciudad que la hagamos respetar contra viento y marea, y no sólo de los que dañan nuestros espacios, si no de aquellos que, haciendo negocios turbios, ensucian el nombre de nuestra ciudad. Esta bella ciudad puede dejarse de llamar calicalabozo a calicalidad, puede pasar de ser una de las más peligrosas a una las más bellas y en las que toda persona con uso de razón quisiera vivir. Todo está en que cada uno le dé un giro de 180 grados a su perspectiva y empiece a mirar las cosas desde otro ángulo, y que entienda que el cambio está solo en sí mismo.